miércoles, 27 de enero de 2010

¿Y si en vez de tratarlos como sapos los tratas como príncipes?


La reciente propuesta hecha por el señor presidente de utilización de jóvenes para el desarrollo de actividades de inteligencia da cuenta de grandes yerros cometidos por el ejecutivo respecto a problemáticas sociales aun no resueltas. Por un lado, la seguridad democrática ha tenido resultados territoriales variopintos si tenemos en cuenta las tasas de homicidio y demás índices delincuenciales. Mientas en las zonas rurales y corredores viales los logros son significativos en las grandes urbes las cifras actuales se acercan a las aterradoras registradas hace más de diez años.

Por otro lado, respecto de la situación de la adolescencia y juventud la situación no deja de ser preocupante, son muchas las limitaciones que tienen nuestros adolescentes para acceder a un sistema educativo de calidad al tanto que se le ofrece en penosas campanas publicitarias como una panacea la formación técnica y tecnológica. Otros tantos que no corren con tanta suerte pasan a vincularse a la informalidad que en algunos casos cruza el límite de la legalidad.

Y por último, se crea el peor de los escenarios la mezcla entre una y otra problemática, un conflicto social no resuelto con las deficientes oportunidades para nuestros jóvenes y una absurda propuesta de cogerlos como sapos. Y es que una cosa es que las comunidades conscientes y organizadas prevengan el delito y lo denuncien oportunamente y otra que a sus sectores más vulnerables los quieran usar como informantes. Fenómeno alarmante sobre todo si tenemos en cuenta los penosos casos de la inteligencia colombiana relacionada con las llamadas “chuzadas” o los aun más vergonzosos “falsos positivos”.

Otro futuro se construiría en el presente si nuestros jóvenes fueran tratados como príncipes, como sujetos de derechos. Si los invitáramos a la fiesta de la democracia, con igualdad de oportunidades, con apoyo para el fortalecimiento de sus capacidades y talentos artísticos, culturales, deportivos, o académicos. Si sus familias (que no en todos los casos los acompañan) los rodearan con amor, ejemplo y autoridad. Si a los que se visten diferente (que cada vez son más) los dejáramos de ver como delincuentes.

1 comentario:

Papeto dijo...

Muy cierto tu análisis. Escuchaba esta mañana al Presidente en caracol, y el tipo defiende a ultranza su absurda propuesta, presentandola como una estrategia que alude al deber ciudadano de informar y como una vía para rescatar a los jóvenes de "las garras criminales de los narcotraficantes".

No puedo imaginarme cómo en Medellín verán ahora a un joven con una maleta y libros universitarios. Sería objetivo de muchas bandas criminales. ¿Cómo sería el clima en la universidad? ¿Dónde quedaría el sano debate académico de la realidad nacional, si en el momento de enunciar una propuesta no sé quién me está escuchando realmente?

En un país que este Gobierno ha polarizado tanto, al punto de que criticar al Presidente significa ser antipatriota e ir en contra de la Nación, o ser de centro es sinónimo de izquierda, y ser de izquierda lo volvieron sinónimo de ser aliado de las guerrillas, pues no me imagino entonces el impacto inmediato que esta propuesta bárbara, goda e irreflexiva tenga en el ambiente académico.

Med pregunto cuántos docentes y líderes estudiantiles terminarán vinculados a investigaciones por posibles nexos con grupos insurgentes de izquierda. Cuántos más morirán víctimas de bandas paramilitares emergentes, que con base en las delaciones inicien "planes pistola" (como en el caso del corrupto rector de la UIS en Bucaramanga) contra los denunciados, y cuántos más serán víctimas de las balas de criminales.

Esta oferta estúpida ha hecho en efecto y ya en Medellín de los estudiantes un blanco y los ha involucrado en un conflicto con raíces en la injusticia social más que en la delincuencia en sí.